Traumas de empleado.
Cómo el idealismo te puede dejar en la ruina empresarial si no lo controlas de entrada.
En mi primer año como emprendedor, ofrecí comida diaria a mis colaboradores.
Yo tenía toda esta idealización del modelo de Silicon Valley donde le dabas la mayor cantidad de beneficios geniales a tu gente. Ya sabes, bicicletas de titanio, masajes en la oficina, termos high-tech con el logo de tu empresa y cosas así. Yo ofrecí comida gratis porque mi presupuesto era extremadamente limitado dado que —para empezar— lo que estaba construyendo en realidad no era una startup, aunque mi corazón se resistía a entender esto.
Otro de los puntos en los que intenté hacer la diferencia fue con los salarios. En la empresa donde yo trabajé antes de emprender, el pago por hora promedio para un maestro de inglés —ese fue mi primer emprendimiento formal, una escuelita de inglés con tres saloncitos— era x. Yo, en mi sabiduría venida de mi cero experiencia en negocios, decidí que en mi compañía iba a ser 2x.
Como subí de nivel corporativo muy rápido, pensé que entendía bien en lo que me estaba metiendo. Después de todo, ¿qué tan difícil podía ser abrir una escuela de inglés, hacer publicidad y contratar maestros que dieran las clases?. Esta es la pregunta que me ha metido en muchos problemas toda mi vida, “¿qué tan difícil es hacer (tal cosa)?” que siempre me lleva a intentarlo y después encontrarme que no, no era tan fácil como lucía. Supongo esto le pasa a todos los emprendedores de verdad, porque si supiéramos en realidad todos los retos complicadísimos que vamos a enfrentar, bueno, te lo juro y te lo firmo que no nos aventaríamos al ruedo.
Te decía que creía que sabía lo que estaba haciendo, pero no era así en realidad.
Lo que estaba haciendo era inyectando mis traumas como empleado a mi mentalidad y ejecución como emprendedor.
No emprendas —como en en mis inicios— para pelearte contra las cosas que considerabas injustas de tu empleo. Tienes que dejar atrás a tu versión trabajador. Ahora estás al frente. Es otra visión, papacito.
Como empleado, a mí no me había gustado que al mediodía tenía que salir a buscar comida y luego regresar a la empresa. Pensé que era mejor solucionar este “gran problema” para mis colaboradores. Qué genial darles comida gratis, pensé.
Como empleado, a mí no me había gustado que los salarios donde estaba fueran tan bajos, así que por eso ofrecí algo totalmente fuera de los esquemas que conocía en la empresa donde había trabajado. Qué genial pagarles muy bien a mis empleados, pensé.
A varios colaboradores no les gustaba el platillo del día que nos llegaba a la escuela.
Los platillos se quedaron más de una vez prácticamente llenos.
Desperdicio de comida a lo tonto por aquí, desperdicio de comida a lo tonto por allá.
Con el salario x, yo y muchos de mis colegas en aquella empresa donde trabajé teníamos un rendimiento profesional genial.
El salario 2x que implanté en mi empresa no arrojó ni por asomo un rendimiento profesional superior. De hecho, ni siquiera llegábamos al estándar de compromiso y ejecución de la compañía de la que venía huyendo.
Me tomó muchos dolores de cabeza y emocionales entender que mi idealismo no me iba a llevar a ningún lado. Esto es durísimo, y si no te ha pasado, no has madurado como emprendedor.
Todo empleado en una empresa tiene una visión de cómo haría las cosas “diferentes” si el negocio fuera suyo. Esto ocurre porque como nunca ha tenido que estar realmente al frente de todo el caos que es una organización, no entiende las limitantes ni problemas de los ajustes simplones que su mentencita no entrenada le sugiere. Esto es como el taxista que dice “deberían quitar a todos esos diputados rateros”, pero no tiene idea del desorden nacional que ocurriría si no repartes cuotas de poder regionales, el país sería —todavía más— ingobernable.
Quité las comidas gratis al mediodía.
Dejé de ser esplendido a lo tonto con los salarios.
Y comencé a comportarme corporativamente. ¿Qué vamos a hacer? ¿Por qué lo vamos a hacer? ¿ Cómo lo vamos a hacer? ¿Cuánto nos va a costar? ¿Cómo vamos a poder realmente solventarlo? ¿Quién está haciendo bien su trabajo? ¿A quién debemos promover? ¿A quién tenemos que dejar ir?
Dejé de soñar con las tonterías esas de que mis colaboradores y yo “éramos una familia”. En una familia tienes que lidiar con los miembros que son malos. Tu primo, tío, padre, abuelo, etcétera, no te puedes deshacer de ellos incluso si son alcohólicos, dramáticos, tontos y demás. Esa es una familia: te mantienes estoico con lo que te tocó en la rueda de la vida. En una empresa lo que tienes es un equipo de colaboradores. ¿Puedes tener buena relación con ellos? Sí, pero no deben ser tus mejores amigos, debe haber una distancia profesional.
Te comento todo esto porque tu primer tarea como emprendedor es sacudirte la mentalidad y ejecución de empleado que todos llevamos cargando en el inicio. No estoy diciendo que no ofrezcas beneficios geniales a tu gente. No estoy diciendo que no pagues bien. Estoy diciendo que de entrada hagas las cosas como las mejores prácticas de negocios indican y después, con un buen análisis, con recursos apropiados para ello, experimentes con iniciativas que te habría encantado tener en tu empleo anterior.
No sabes todo el dinero que perdí porque en los primeros años de mi escuelita no quise que diéramos cursos de inglés los fines de semana. ¿Y sabes por qué no quise hacerlo? Porque estaba harto de trabajar los sábados y algunos domingos en mi empleo anterior. Y entonces proyecté esa frustración a mi emprendimiento en lugar de ser pragmático y entender el juego: hay que hacer lo que hay que hacer. Querer estar cómodo desde el principio con tu negocio, bueno, lo vas a pagar inmediatamente con sangre, sudor y lágrimas.
Yo inicié a mis treinta años en negocios. Y cometí todos estos errores que te acabo de platicar y cientos más. Y había leído ya decenas y decenas de libros de emprendimiento, ventas, marketing y asistido a cursos y capacitaciones igual. Había tenido ya varios años ascendiendo en diversos puestos y responsabilidades en una organización grande. E incluso con todo eso me equivoqué bastante.
Cuando veo jóvenes que de los salones de la universidad se fueron directamente a imprimir sus tarjetas de presentación con el título de CEO, me pregunto cuántas tonterías están ejecutando sin saber, cuánto de su idealismo les va a explotar duro en la cara dentro de poco simplemente porque no tienen los golpes de una vida corporativa burocrática, estructurada y gigante que los haya entrenado en conversaciones difíciles, situaciones frustrantes, compañeros saboteadores y demás.
Cuando veo profesionistas experimentados en lo corporativo —pero no realmente en los negocios— lanzando sus emprendimientos con un gran ego a cuestas que les impide tomar retroalimentación de quienes tienen más notas genuinas de este campo de batalla, bueno, veo desastre inminente porque el mercado es el mejor educador de todo lo que hemos inventando en este planeta: solo si haces las cosas realmente bien, te premia, pero si las haces mal, te tumba, te pone de rodillas.
Quiere a tu equipo de trabajo. Quiere a las personas. No seas simple y abandones este artículo pensando que mi intención es decirte que no pagues buenos salarios o que no des buenas prestaciones, pero entiende que hay una razón por la cual muchas cosas se ejecutan de la manera en que se hacen. Esos influencers ruidosos que hay en internet cantando malas canciones al capitalismo y que nosotros los empresarios somos el cáncer del mundo y así, esos niños nunca han estado al frente de una empresa grande y exitosa y no entienden un demonio de lo que están hablando. Están enojados con la vida por otras razones y en su frustración encuentran en los hombres de negocios (y políticos) un blanco perfecto para lucir intelectuales, conocedores y conseguir que muchos les den la razón en sus argumentos.
Hey, sí, los empresarios estamos motivados por el dinero, por obtener ganancias, pero eso está bien, es algo transparente. Relájate al respecto, que ni eres la Madre Teresa de Calcuta ni todas esas virtudes que presumes en público a los cuatro vientos son realmente verdaderas. Los buenos empresarios estamos motivados en conseguir más beneficios y al mismo tiempo construir maquinarias sociales geniales.
Sé así, sé un buen empresario.
Comienza disminuyendo tu nivel de idealismo.
Comienza quitándote esa mentalidad de empleado que te estorba.
Comienza dejando de criticar a lo tonto lo que existe y está comprobado.
Sé verdaderamente audaz.
Y selo ahora.
—A.