
Recuerdo claramente cuando tenía doce o trece años y me convencí con toda la intensidad posible de que esa niña era el amor de mi vida, que nunca volvería a encontrar alguien así. En ese momento juraba con toda mi alma que era cierto. Decidí no escuchar para nada a quienes tenían más experiencia y me decían que exageraba, que eso iba a pasar y que realmente no era importante. Hoy, con los años, puedo ver lo absurdo que era todo mi drama adolescente.
Exactamente eso mismo he hecho de adulto con muchas cosas relacionadas con mi trabajo y mi emprendimiento.
Para salir del grupo de lo promedio, necesité dejar de victimizarme y comenzar a reconocer cada vez que estaba cayendo en exageraciones ridículas solo por llamar la atención. No siempre gané esas batallas, pero aprendí a ser consistente.
Mi jefe, mi pareja, la economía, mis clientes… todos esos problemas que me encantaba exagerar realmente no eran tan grandes. Lo que pasaba es que me encantaba (todavía me encanta) dramatizar, sentir que soy la primera persona en la historia en pasar por esas dificultades y convencerme de que no había solución —pero sí las había, y muchas incluso, solo que yo buscaba una solución fácil, de esas donde yo no quedo mal, todos terminan contentos y así. Ahora entiendo que, en la vida de un adulto genuinamente pro, las cosas realmente importantes suelen requerir soluciones bastante incómodas.
También recuerdo que en mi juventud, otros igual de inmaduros y confundidos que yo me apoyaron, me dieron la razón y validaron mis dramas. Me aferré a esas personitas porque era reconfortante. Hoy sé que si ando enojado con la vida, voy a encontrar rápida y fácilmente a muchos otros igual de enojados y dispuestos a darme consuelo y validar mi negatividad. Ahora sé bien que eso no es lo que necesito. Lo que realmente necesito hacer es enfrentar las cosas directamente y resolverlas.
Aquí el hack para ti es que te preguntes seguido cosas como "¿y si esto no fuera en realidad tan grave como creo?" cada vez que te atrapes a ti mismo exagerando un problema.
Al final, la realidad casi nunca resulta ser las historias exageradas que decidimos contarnos.
Y si controlamos nuestros dramas internos inventados, controlamos mejor nuestra vida.
También velo así: cada vez que superas tus exageraciones, subes automáticamente de nivel.
Madurar es tal vez el arte de reconocer rápidamente cuando estás tú siendo tu propio obstáculo.
Quiero que tengas mayor claridad —y para esto necesitas comenzar a dejar de hacer tanto pinche drama por todo.
Te quiero ambicioso, duro, ágil, polímata, ecuánime, global y capitalizado.
Vas a terminar este texto.
Te vas a sentar para preguntarte en qué estás exagerando.
Y te vas a regalar muchas respuestas honestas.
Sé tu propia solución audaz.
Y sélo ahora.
—A.