
Ajedrez. Objetivo del juego: capturar al Rey enemigo. Esta misión es simple de entender, pero para el novato es extremadamente difícil de ejecutar.
El novato se enamora del poder, valía y alcance de la Dama.
El novato se preocupa por no perder a la Dama.
El novato prefiere perder un pulmón antes que —según él— perder a la pieza más poderosa del tablero.
El novato pierde una y otra partida por no hacer los gambitos y sacrificios necesarios. Su adicción a la Dama lo hace olvidar por completo que en ningún lado está escrito que el objetivo del juego es proteger a su Dama.
El novato deja de serlo el día que adquiere la disciplina de ejecutar sus movimientos siempre con la estrategia única y verdadera: capturar al Rey enemigo, punto.
Esto mismo nos pasa en el juego de la Matrix: estamos protegiendo relaciones que ya caducaron, empleos que ni nos gustan tanto, ideas que no nos sirven, lugares que no nos emocionan, comportamientos que solo nos joden.
El objetivo de la vida es simple: primero sobrevivir. Esto ya lo tenemos prácticamente cubierto tú y yo de forma predeterminada gracias a la cantidad increíble de medicina a nuestro alcance, alimentos a pocos pasos y sin esfuerzo y techo que nos cubre de una u otra manera. Ni tú ni yo estamos estresados todo el día intentando no ser devorados por un tigre dientes de sable, viviendo con frío en una cueva sin saber si tendremos suerte en poder volver a matar a otro mamut para asegurar comida para varias semanas. Esto demuestra que la parte de tener la sobrevivencia como objetivo ha sido más que cubierta.
Cuando un objetivo se ha cumplido, viene uno y luego otro y así.
El día de hoy —en el pináculo del desarrollo en que nos encontramos— nuestro objetivo hedonista es la felicidad. Exigimos que el mundo, que la sociedad, que el capitalismo, que la ciencia, que la tecnología, que el universo, que todos estos cabrones nos den felicidad. Somos unos seres malcriados que hemos solucionado casi todo y pues ahora hemos decidido inventarnos objetivos así de falsos, pero está bien, yo no estoy en contra de ser feliz, simplemente quiero dejar bien establecido que esto que vivimos de desear ese objetivo no era para nada algo normal tan solo unas pocas generaciones atrás.
Si el objetivo de hoy es ser felices, necesitas construir riqueza.
El dinero no da automáticamente la felicidad, claro, pero sí expande tus opciones en grande para explorar tus intereses.
Alguno(s) de tus intereses puede(n) convertirse en tu pasión.
Es una tontería pensar que puedes llegar directamente y de la nada a tu pasión. Todo comienza siempre explorando intereses.
Entre más recursos tengas, más TADI —Tiempo, Atención, Dinero, Incomodidad— puedes inyectar a los diversos intereses que se crucen en tu camino.
Haciendo eso, encontrar tu pasión se vuelve un juego de tiempo nada más. Ahí está, esperándote en alguna actividad.
Cuando encuentras tu pasión y tienes los recursos para sostenerla y/o mantenerte en ella, genial, la vida es bella.
Cuando encuentras tu pasión, pero no tienes los recursos para sostenerla y/o mantenerte en ella, viene la frustración crónica, por eso la importancia de construir riqueza como elemento clave fundamental para el objetivo de la felicidad en este juego de la vida.
Este juego de la vida no te pide en absoluto que protejas relaciones que ya no tienen sentido, ni empleos que ni te gustan tanto, ni ideas que no te sirven, ni lugares que no te emocionan, ni comportamientos que solo te joden.
Enfócate en el Rey enemigo.
Enfócate en la felicidad.
Para eso necesitas estrategia, riqueza, sacrificios y dejar de idolatrar cosas que no son el objetivo.
No seas novato ni en el ajedrez ni en la Matrix.
Te quiero en tu versión de alto desempeño que construye riqueza.
Va con amor y alpha, como siempre.
Dureza mental.
Disciplina emocional.
Sé objetivamente audaz.
Y selo ahora.
—A.