
Solo tienes que tomar unas dos o tres decisiones buenísimas por década para que tu vida cambie de manera genial.
En serio, solo dos o tres.
El problema es que nunca vamos a saber cuáles son esas dos o tres decisiones correctas si no ejecutamos miles de posibilidades. Y aquí está el reto: mucha gente está ciclada ejecutando solamente las mismas veinte actividades semana tras semana y nunca se preguntan cómo es que pierden tantos años sin avance.
En la niñez me empujaron a ser auxiliar de mecánico automotriz, de albañil, de reparaciones de todo tipo en casa, pescador en mar abierto, mensajero en bicicleta, cuidador de la tienda de abarrotes, vendedor de tortas afuera del estadio de fútbol y cosas así.
Ninguna de esas cosas resonó conmigo por mi flojera física innata, pero tuve la fortuna de sí tomar en serio dos actividades que alteraron mi existencia para siempre: [1] el inglés + [2] la lectura. Mis papás invirtieron mucho dinero en todo esto que me dio ventajas injustas compuestas con el tiempo.
Hay un par de decisiones geniales que puedo detectar en mi juventud: [1] ponerme al frente para organizar eventos con decenas, cientos o miles de personas y disfrutar todo el estrés y caos inherente + [2] comenzar a trabajar a mitad de mis estudios universitarios dando clases en temas ajenos a mi carrera universitario.
En mis treintas, las dos decisiones fantásticas que tomé fueron construir las empresas que mi alma me dictó —lo cual se lee muy romántico aquí en pocas palabras, pero no tienes ideas, te lo juro, lo difícil que fue hacer funcionar apenas a un par de la docena que intenté. La otra decisión fue construir mi propia familia.
Te cuento esto no para decirte que mis decisiones tienen que ser las tuyas o que lo que yo he hecho ha sido perfecto o así.
Lo que quiero es darte otro ángulo de esto con lo que siempre te insisto: que ejecutes, ejecutes, ejecutes, porque al ser masivo con esto, mejoras astronómicamente tus posibilidades de conseguir ventajas injustas.
La ejecución —que siempre comienza a partir de que tomas en serio una decisión— tiene como primer enemigo la pasividad y después el estar ciclado. Personalmente, creo que estar ciclado es lo peor, dado que a muchos los hace pensar que están "ejecutando" cuando en realidad no, eso no es ejecución, eso es movimiento en círculos en el mismo problema sin salir jamás de él. Por eso es que estoy hablando de que tienes que meterte en muchas cosas, intentar varios formatos de ejecución para ir avanzando en la línea que quieres.
Mira, cuando ya estás ejecutando como debes ejecutar, duele como la chingada: es ese jefe que detestas porque te exige y no le aplaude a tu versión nbbs —niño bueno boy scout— y esto te frustra porque pinche viejo qué se cree si yo estoy haciendo muy bien mi trabajo y ya sabes; es ese negocio que pusiste con tus ahorros y no está funcionando pero según seguiste todos los pasos del libro de emprendimiento de moda y eres estoico, ecuánime y compraste el curso de marketing que te iba a dar millones de likes en instagram y contraste a una agencia —que es una chica nada más que está detrás de su computadora contigo dividiendo su atención entre tú y otros veinte clientes— para conseguir más prospectos y pues qué pasó, no se ve, te dicen que va a tomar meses, meses que no tienes posibilidad de esperar ni financiera ni emocionalmente.
Todo eso duele y es ahí cuando puedes notar la verdadera ejecución: así se siente de incómoda y odiosa siempre. Es como ir al gym, ya sabes, van los que le hacen al cuento y van los que hacen lo que tienen que hacer. No seas de los que creen que están ejecutando pero solo están posando.
Con una ejecución bárbara, desarrollas un músculo letal que hace que "de repente tengas suerte", pero ni es de repente porque has pasado cientos o miles de noche preocupado y tampoco es suerte, porque te has movido como perro olfateando su presa hasta que por fin diste con algo. Esto es lo que la gente promedio no quiere aceptar y cuando leen a Aarón Benítez, piensan que nací privilegiado, que mis papás me dieron dinero para mis negocios, que estudié en buenas escuelas por obra y gracia del Señor, que ser guapo como Brad Pitt es lo que me ha abierto la puerta y que tengo desde siempre facilidad de redacción y palabra y pues por eso he conseguido lo que he conseguido. Esto me lo han dicho muchas veces en diferentes formas y bueno, ¿qué te digo? Me dan ganas de cachetear a la persona que cree esto porque, al final del día, es básicamente una forma muy velada de victimización, pero no lo ven así.
Tomar buenas decisiones no, no, no va a ocurrir solo con tu mente. Esto es lo que te han hecho creer: que puedes analizar a profundidad, pero no es cierto, porque el mundo es tan caótico que no hay manera de predecir con certeza qué decisión será la correcta; lo único que puedes hacer es moverte, ejecutar masivo y dejar que tanto la probabilidad como la estadística jueguen a tu favor.
Si te obsesionas con elegir perfecto antes de actuar, vivirás atrapado en la parálisis por análisis.
Las grandes decisiones se descubren en el campo de batalla.
No necesitas más teoría, necesitas más golpes de realidad.
No puedes “pensar” tu camino al éxito sin embarrarte las manos.
Dureza mental.
Disciplina emocional.
Buena postura.
Fitness. Inglés. Lectura. Marca personal.
Va con amor y alpha, como siempre, ya sabes.
Te quiero duro, determinado, ambicioso, presumido en lo que importa, ejecutor y capitalizado.
Sé decididamente audaz.
Y selo ahora.
—A.
Siempre un placer leerte.