El otro día casi me crucifican por decirles que si te llaman del trabajo a las diez y media de la noche y eso te hace encabronar, pues que no tenías madera de emprendedor de clase mundial.
Tú no, pero la gente promedio se mete de lleno a atacar este tipo de notas porque es más fácil que ofenderse por eso que por la realidad.
¿Cuál es la realidad de los que se ofenden por una llamada del trabajo a las diez treinta de la noche en un día cualquiera?
No les gusta su trabajo, digan lo que digan.
No admiran a su jefe, digan lo que digan.
No tienen un salario increíble, digan lo que digan.
Una persona que le encanta el lugar en el que trabaja, que tiene un jefe que es lo máximo, que recibe un salario espectacular, ¿en serio crees que va a reaccionar molesta porque algo ocurrió a horas tardías de la noche y le piden su atención?
El problema entonces no es que te llamen a esa hora, el problema es que lo que estás permitiendo en tu vida profesional, lo que estás aceptando como normal, no te conviene y no quieres hacer movimientos ni esfuerzo para alterarlo, tienes miedo, estás muy cómodo y entonces te pones a atacar cosas que no tienen sentido, como ser estricto al máximo con tu horario de trabajo y que se respeten exactamente las cláusulas del contrato y demás.
Obviamente eres así de exigente porque claramente durante tus horas laborales tú jamás te distraes ni un segundo, ni tonteas con tu celular, ni pierdes tiempo en mensajes personales, ni echas chismes con tus colegas, ni te tardas con reportes y procesos para que no te avienten más cosas que hacer y así. Tú no haces eso, tú eres una máquina perfecta que cumple todo a la perefcción en sus ocho horas día tras día, ajá.
Aquí muchos responden que claro, que si estuvieran en una compañía fantástica, con un jefe fantástico y un salario fantástico, pues sí, responderían con gusto el teléfono a todas horas, pero lo que hay que entender es que para merecer algo fantástico, bueno, tenemos que serlo primero, no es el revés.
Va con amor y cariño para quienes más necesitan esto: aquellos que reaccionan ofendidos ante tonterías cuando el problema subyacente es totalmente otro. Esto no te lo dice un tipo que nació con riqueza —ojalá— ni que es perfecto —¡ojalá!— pero viví en ese lado del mundo laboral promedio donde nos quejamos por tonterías durante muchos años y hasta que no aprendí a dominar mi mentalidad y ejecución silvestres, no pude salir de ahí y construir una realidad mucho mejor que es lo que quiero que vivas tú también.
Mira, estar en un proyecto que te fascina, que te vuela la mente, rodeado de gente super pro, sin presiones económicas, es un estado de mente y de vida que solo entiendes hasta que lo experimentas, y si nunca lo has experimentado, no vas a concebir que sea posible y por eso te ofende pensar que esté bien estar conectando en todo momento a tus asuntos laborales. Esta posición de necedad de que un trabajo es un trabajo y son solo ocho horas es la misma que la posición tonta del niño de seis años que considera que la felicidad solo son dulces, juguetes y caricaturas cuando tú y yo sabemos lo limitado que es eso.
Si la empresa donde estás abusa de ti,
si tu jefe es un inepto,
si tu salario te mantiene insatisfecho,
y viene un tipo que no conoces como yo a decirte que está bien que tomes una llamada de la oficina a las diez y media de la noche y te encabronas conmigo, ¿de quién es la culpa realmente?
Es tuya, por estar ahí, por no ser agresivo en el modelado de tu realidad.
Hey, yo no soy el problema.
Hey, la llamada no es el problema.
Hey, esa empresa, tu jefe y el salario no son el problema.
Abraza el verdadero problema —tu mentalidad y ejecución— y desde ahí da giros duros para colocarte en una posición de ventaja que te permita entender todo esto que te estoy explicando.
Te quiero chingón.
Te quiero inspirado.
Te quiero con libertad de movimiento.
Te quiero con recursos.
Te quiero enfocado.
Te quiero avanzando.
Te quiero peleando contra los verdaderos problemas, no ofendiéndote por lo que un influencer diga.
Sal a chambear con la actitud del que está donde le conviene, hace lo que le conviene y gana lo que le conviene hasta que doblegues a la realidad y sea así.
Te quiero en tu versión de alto desempeño.
Va con amor y alpha, como siempre.
Sé laboralmente audaz.
Y selo ahora.
—A.
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