Entrando a mis treintas —por ejemplo— las rodillas me dolían, pero yo no quería enterarme de la verdadera causa, así que simplemente asumí que me las tenía que operar en algún punto porque pues eso es lo normal, ¿no? Es lo que nos ocurre a los adultos, es natural que el cuerpo se comience a sentir mal en los treintas, ¿no? Todo esto es lo que me dije para justificar mi decisión. No cuestioné la verdadera razón de mi dolor porque mi ego no me dejó, pero la realidad era que mi sobrepeso y falta total de ejercicio no me ayudaban en nada y así estaba cabrón nivel misión imposible que mi maquinaria se sintiera bien.
Necesitas creer que estás en lo correcto para iniciar con cualquiera de tus ideas: no tiene sentido que te metas a un proyecto que crees que no va a funcionar.
Y necesitas dejar de querer estar en lo correcto cuando ya estás ejecutando: esto es para que puedas procesar lo más objetivamente posible la nueva info que tu acción te está aventando en tiempo real.
Esta paradoja de creer que estás en lo correcto y luego abandonar esa necesidad de creer que estás en lo correcto es la que debes dominar para echar a andar las cosas y avanzar.
Te voy a explicar por qué es complicada.
Cuando quieres iniciar, no sé, un emprendimiento, un proyecto en la compañía en la que trabajas, lo que estás intentando es mover las cosas, agitar un mar tranquilo. Hey, después de todo, el mundo no necesita tu idea de negocio materializada, la verdad, y la empresa en la que estás tampoco está esperando con entusiasmo y brazos abiertos a ver qué se te ocurre para gastar el presupuesto. No es normal empujar lo que está en tu mente, simplemente no lo es, por eso es vital que creas que tú estás bien y ellos no, por eso es que debes asumir que estás en lo correcto con tu visión, para que esa imagen clara que albergas en tu mente tenga sentido en las noches de duda.
Sin embargo —te decía— una vez que ya echaste a andar el proyecto, lo que te conviene es desarrollar la increíble capacidad de no estar enamorado de tu criterio al cien por ciento, de considerar sin dramas la información que el mercado-entorno te está dando sobre tu ejecución.
Entrando a mis treintas —por ejemplo— las rodillas me dolían, pero yo no quería enterarme de la verdadera causa, así que simplemente asumí que me las tenía que operar en algún punto porque pues eso es lo normal, ¿no? Es lo que nos ocurre a los adultos, es natural que el cuerpo se comience a sentir mal en los treintas, ¿no? Todo esto es lo que me dije para justificar mi decisión. No cuestioné la verdadera razón de mi dolor porque mi ego no me dejó, pero la realidad era que mi sobrepeso y falta total de ejercicio no me ayudaban en nada y así estaba cabrón nivel misión imposible que mi maquinaria se sintiera bien.
Uno de los principios que más guían mi marco de referencia actual lo uso en forma de pregunta todo el tiempo: ¿qué quiero: tener razón o avanzar en mi objetivo? Mucha gente no se da cuenta de lo mucho que se sabotean porque su ego los domina como niños berrinchudos y prefieren sentir que tienen razón en lugar de aceptar que todo indica que lo que están pensando/ejecutando no va por ahí.
¿Qué quiero: tener razón o avanzar en mi objetivo?
Esto no es para que dudes de ti todo el tiempo. Es para que de forma desapasionada puedas evaluar cómo vas. Por ejemplo, si te encanta la rutina de la mayoría de tus días, te sientes físicamente genial y estás tranquila, hey, estás haciendo muchas cosas muy bien, aquí sí tienes razón en el conjunto de apuestas emocionales, profesionales, financieras y sociales que has hecho.
Pero si no es el caso —y recuerda, esto es lo que verdaderamente duele— casi todo o al menos bastante de lo que has pensado/ejecutado ha estado mal. No te conviene ser necio queriendo "tener razón" ejecutando de la misma manera. Necesitas alterar radicalmente mucho de lo que está en tu mente. Ve esto como una actualización de emergencia de tu mentalidad para poder comportarte de la forma que sí te conviene.
Durante mucho tiempo quise tener razón sobre el cigarro y me enfrascaba en largos debates con amigas y amigos que criticaban mi vicio. Yo coleccionaba artículos de intelectuales y gente igual de tonta que yo que justificaban con frases contundentes y palabras bonitas algo que la verdad no tiene razón positiva de ser. Considera esto un ejemplo perfecto de querer tener razón en lugar de estar enfocado en avanzar hacia el objetivo. Necesité un parto emocional tremendo —estar harto de mi pobreza, del rumbo de mi vida— para tomar mejores decisiones, para abandonar la fragilidad de mi ego que no quería enterarse que había estado pensando y actuando muy tontamente.
Llevo más de una década hablando contigo aquí en mis artículos y conferencias sobre ser un polímata, alguien que usa su capacidad innata para sumergirse con actitud en varias áreas profesionales y artísticas sin sentirse mal por ello, sobre todo en una era como esta que adora simplonamente la especialización. La polimatía y el generalismo son los dos escudos que nos quedan ante el avance implacable de la inteligencia artificial.
Hoy quiero hablarte de ser un filómata, alguien que ama aprender y estudiar no por coleccionar diplomas sino porque así adquiere notas con las que realmente nutre a su criterio. Si realmente eres un filómata, estás abierto a NO querer tener razón todo el tiempo, a aceptar la nueva info de tu entorno para crecer hacia tu objetivo,
Para avanzar hacia tu objetivo te conviene ser rápido y preciso, por eso la importancia de retar tus apuestas y luego darle golpes duros a tu ego para que no te engañe haciéndote creer que tener razón es más importante.
Tener razón no es importante.
Avanzar hacia tu objetivo, sí.
Va con amor y alpha, como siempre.
Sé audaz.
Y selo ahora.
—A.